De mujeres varias - Mel

Esta vez no voy a hablar de casualidades. No.
Esta vez no creo que la Literatua se haya puesto en mi camino, ni tampoco que por cuestiones místicas caigan en mis manos los libros que leo.
Esta vez -hace ya varias veces- estoy eligiendo yo. Certeramente en la mayoría de los casos. Sin equivocarme, he estado eligiendo -a conciencia- literatura hecha por y -me arriesgo a decir sin caer en cuestiones de género- para mujeres.
Por razones de tiempo -de falta de tiempo- hace mucho que no posteo, lo que no significa que en momento alguno haya dejado de leer. Leí varias cosas, muchas que no me han impactado lo suficiente como para relatar aquí mis experencias sobre ellas. Sólo nombrar que pasó por mis manos La tía Julia y el Escribidor de Mario Vargas Llosa, libro muy divertido e interesantemente narrado y estructurado y que pude leer sin problemas, pese a no coincidir ideológicamente con el autor.
Y luego vino Finisterre, de María Rosa Lojo. Autora argentina que sólo conocía de nombre. Y me encantó.
Una historia que recorre a unitarios y federales, civilización y barbarie, malones y tolderíasy fuertes. Todo enmarcado en una historia bellísima, narrada en un presente que se remonta a un pasado inmediato. Aunque ambos para mí sean pasado lejano, pero parte fundamental de la concepción histórica de mi país.
Una historia que habla del finisterre, finis terrae, el fin de la tierra, el fin de nuestro terruño, de nuestro mundo, de nuestra vida en esta tierra. Y de cómo ese fin puede estar acá la vuelta, dependiendo de las circunstancias. La trama atrapante, con olorcito a novela decimonónica. Narrada exquisitamente, con hermosas descripciones de paisajes que me remontaron a La cautiva.
Ya lo dije, me encantó.
Me apuré a leerlo porque me prestaron también un libro de Marcela Serrano, la de Nosotras que nos queremos tanto - que aún no leí- y mi tan amada Para que no me olvides.
Esta vez fue el turno de El Albergue de las Mujeres Tristes, que cuenta la historia de varias mujeres que recurren a un albergue para compartir y curarse sus tristezas. A través de un narrador omnisicente, que focaliza la trama en Floreana, protagonista de esta historia de mujeres que rondan -más o menos- la cuarta década. Y sí, la novela me gustó bastante -justamente- por esta razón. Floreana y sus compañeras tristes representan - son-  la mujer de este tiempo. Con un poco de cada una, cualquier mujer que -como yo- ande cerca de los 40, se verá reflejada en alguna de ellas o en todas a la vez. Y a través de este sufrir de las mujeres podemos ver también cómo son y actúan los hombres de este tiempo, nuestros tiempos.
Así, en ambas historias, aunque hablen de mundos temporalmente tan distantes, la temática es siempre el rol de la mujer en un lugar hecho -o al menos ésa es la percepción- para los hombres. Aunque el mundo cambie constantemente a través del tiempo, aunque el mundo no pueda ser y no haya sido nunca sin las mujeres:
"... También allí, del otro lado de la Tierra, sentían una fascinación recelosa por los seres inestables y peligrosos que pueden dar tanto la muerte como la vida, que se reproducen ellas mismas y reproducen a los varones, las únicas que saben con inmediata certeza que son madres de sus hijos, mientras que los machos no pueden conocer del mismo modo si son padres de los que creen suyos. Las que poseen los secretos de la fertilidad y la luna, y pueden aplacar las fuerzas locas del cielo y de la tierra . ¿Por eso los hombres, en Oriente como en Occidente, han buscado apropiárselas, comprarlas y venderlas, y hacer de sus cuerpos el lugar de los pactos y de las alianzas, la prenda de la discordia, la ofrenda de los sacrificios?..."  (María Rosa Lojo, Finisterre, Bs. As., Sudamericana, 2005, pág. 179)

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