Instantáneas del bar- Mel
Hace muchos años -más de lo que me gustaría recordar- un día como hoy -triste, lluvioso, frío- estaba sentada en un bar esperando que las horas pasaran. Hacía tiempo que estaba ahí en la misma silla incómoda, intentando concentrarme en los apuntes de estudio, pero era imposible: el sueño me vencía. En eso entró un pibito vendiendo algo que desde el piso de arriba no pude distinguir. Entonces busqué un papel en blanco y empecé a escribir. Lo escribí de un tirón, como en trance. Cuando terminé, nunca pude recordar si el pibito había entrado en realidad o fue parte de un sueño que finalmente me venció. Como sea, lo que escribí fue realidad y esto quedó:
El tipo hacía y deshacía cuentas en su cuaderno,
afinaba la mina del lápiz, sacaba números de su calculadora.
El pibe se abría paso en el salón,
mezcla de laberinto de mesas y desparramo de sillas.
El tipo se rascaba la cabeza
en busca de un razonamiento que nunca llegaba.
El pibe con una ingenuidad envidiable
pedía monedas a cambio de dicha condensada en estampitas.
Y en ese momento el único mundo del tipo eran las cuentas,
los números que no salían, la corbata que ya molestaba.
Y en ese momento, juntar unos pesos
era el único objetivo probable para el pibe.
El tipo daba vuelta las hojas buscando soluciones,
el pibe daba vuelta los ojos suplicando que alguno
sacara las preciadas monedas de los ociosos bolsillos.
Y los dos, en sus mundos, veían sus realidades imposibles,
ambos sumergidos en sus océanos dialécticos
no hallaban respuestas satisfactorias entre el murmullo y el olor a café del bar.
El tipo entre hojas y borrones, nunca vio al pibe ni al santo en estampita;
habrá visto el pibe los ojos impotentes del tipo?
Y el tipo se hundía más y más en el fango de sus números,
y el pibe, seguro una vez más, se lastimaba con la indiferencia general.
Ambos, a su manera, con su estilo y educación,
se ignoraron sabia y prolijamente.
El tipo quizás alguna vez
encuentre una solución que tranquilice su vapuleada inteligencia;
el pibe quizás pueda alguna vez,
tan sólo una vez,
salir del laberinto de mesas en el que transcurre su vapuleada vida,
y obtenga algo más que unas monedas.
(Instantáneas del bar - Mel - 26/08/1998)
El tipo hacía y deshacía cuentas en su cuaderno,
afinaba la mina del lápiz, sacaba números de su calculadora.
El pibe se abría paso en el salón,
mezcla de laberinto de mesas y desparramo de sillas.
El tipo se rascaba la cabeza
en busca de un razonamiento que nunca llegaba.
El pibe con una ingenuidad envidiable
pedía monedas a cambio de dicha condensada en estampitas.
Y en ese momento el único mundo del tipo eran las cuentas,
los números que no salían, la corbata que ya molestaba.
Y en ese momento, juntar unos pesos
era el único objetivo probable para el pibe.
El tipo daba vuelta las hojas buscando soluciones,
el pibe daba vuelta los ojos suplicando que alguno
sacara las preciadas monedas de los ociosos bolsillos.
Y los dos, en sus mundos, veían sus realidades imposibles,
ambos sumergidos en sus océanos dialécticos
no hallaban respuestas satisfactorias entre el murmullo y el olor a café del bar.
El tipo entre hojas y borrones, nunca vio al pibe ni al santo en estampita;
habrá visto el pibe los ojos impotentes del tipo?
Y el tipo se hundía más y más en el fango de sus números,
y el pibe, seguro una vez más, se lastimaba con la indiferencia general.
Ambos, a su manera, con su estilo y educación,
se ignoraron sabia y prolijamente.
El tipo quizás alguna vez
encuentre una solución que tranquilice su vapuleada inteligencia;
el pibe quizás pueda alguna vez,
tan sólo una vez,
salir del laberinto de mesas en el que transcurre su vapuleada vida,
y obtenga algo más que unas monedas.
(Instantáneas del bar - Mel - 26/08/1998)
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