Arranqué el mes de abril con ganas de leer algo entretenido, rápido, atrapante. Después de Patria, de Fernando Aramburu, quedé shockeada, sensible al dolor de defender las ideologías y las patrias, pensando ¿a costa de qué?

Revisando el Kindle, encontré algunas novelas más de Pierre Lemaitre, todos fuera de la saga del detective Verhoeven. Decidí comenzar por orden cronológico y así llegué a Vestido de novia. No es tan atrapante como la saga, pero sí los lectores nos sentimos en una vorágine de suspenso. Por momentos incluso ahogan los percances y la no salida de la protagonista. Más de una vez tuve que cerrar el libro en mitad de un capítulo porque era demasiado para leer, todo junto, tanto abismo. 
También debo decir que me recordó bastante a El psicoanalista de Katzenbach, incluso en las sensación de "no salida" de los protagonistas. 

Es un libro genial para leer en un fin de semana de lluvia incesante. Voy a insistir en Lemaitre porque lo amerita: es un gran narrador de suspenso.



Luego de Vestido de novia, opté por cambiar radicalmente de lectura. Ya dije varias veces que necesito cambiar de género narrativo o de tema o de época literaria porque si no me aburro. 

Tenía en mi biblioteca, desde hacía algunos meses, otro libro de Pérez Gay, de quien había leído Nos acompañan los muertos
(https://leoliteratura.blogspot.com.ar/2017/12/mesa-de-saldos-libros-sonados.html). 

Como aquella vez, este libro toca las fibras más sensibles. Narra la historia del hermano del autor, más precisamente, las repercusiones familiares y personales a partir la enfermedad incapacitante y progresivamente degenrativa de un ser querido. 

Al igual que en Nos acompañan... el lector no puede dejar de sentir empatía y cercanía por cada una de las vicisitudes de los personajes, (los padres mayores en uno, el hermano en el otro) y es por esto que no queda inmune uno al cerrar el libro, luego de la palabra fin. Son libros que dejan huella profunda en todo el cuerpo, no solo en los ojos que los lee y los llora. 

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